Diversas publicaciones de toda la región y el mundo divulgaron una noticia que tardó un rato en asimilarse. Después de un apagón, la avenida 9 de julio quedó a oscuras y después de una serie de violentos accidentes de tránsito, se perdió registro sobre -básicamente- todos los eventos desarrollados en la ciudad en ese lapso.

Cuando las fuentes de energía reanudaron sus funciones, las calles se iluminaron ante la indignación de los ciudadanos y no pasó demasiado tiempo antes de que alguien señalara el espacio vacío en el que debía hallarse el Obelisco. Se conservan un par de fotografías sobre las primeras reacciones de los transeúntes, desde leves cejas arqueadas hasta franca sorpresa, e incluso miedo y la famosa foto de la persona llorando, con las lágrimas y los mocos resbalando hacia el suelo, y sosteniendo su cuerpo con las manos. El nombre del fotógrafo es desconocido hasta el día de hoy, pero las imágenes están exhibidas actualmente en el Museo de la Memoria (y se espera que una colección de objetos relativos al ícono porteño se desplieguen en el próximo Museo del Obelisco, que la jefa de gobierno de la ciudad ordenó construir tres años atrás) el recuerdo de la pérdida sigue siendo parte de un shock social que aún no ha terminado.

La mayoría de los habitantes ha optado por no hablar del tema, como con muchos otros episodios sensibles de la historia, pero su mismo carácter doloroso ha dispuesto que se use su desaparición para la política y el resto del mundo mediático. Existe un movimiento político denominado “Movimiento del uno” de carácter profundamente nacionalista que ha inquietado a algunos sectores ante la influencia que ejerce en la sociedad mediante la apropiación del icónico símbolo.. El balotaje se espera esté reñido, y algunos historiadores, como Asdrúbal Baptista, insisten en que una de las mayores deudas que nos deja la despedida de este emblema es una nueva fractura social y otro crimen que probablemente no se resuelva. O se resuelva demasiado tarde. O, como algunos piensan, ya está resuelto.

Pero no hay acuerdos en torno a lo que sucede una vez que se apagan las luces en la 9 de julio y todos se distraen por el sonido de los automóviles. 16 muertos. La masacre de la 9 de julio conllevó a que se habilitaran proyectos para descentralizar el tránsito de la parte noreste de la ciudad, que pasa por su antiguo casco histórico, que se ha quedado de luto quizás para siempre.

Hay fotografías de momentos históricos similares. 1940 en París cuando los alemanes elevan la bandera nazi. Las reacciones de las personas recuerdan mucho las de aquel invierno de hace diez años. La humillación. El miedo a que podamos perder todo lo que alguna vez tuvimos. A perder todo lo que alguna vez fuimos. Tenemos también, y con tenemos, quiero decir tuvimos, en la memoria colectiva un episodio similar con las Torres Gemelas. Cuando la ciudad se quedó tranquila, no se sabía si estaba muerta o cuánto tiempo lo estaría. Al igual que con las Torres, hubo un amplio y áspero debate público sobre qué hacer con el espacio: reconstruir o dejar el espacio vacío como un mensaje, un recuerdo de algo inigualable. Eligieron lo segundo. En Estados Unidos eligieron una mezcla de ambos. Una sola torre, distinta, más grande, menos solemne. Pero ciertamente, las Torres tuvieron una despedida por todo lo alto, en vivo y en directo, un final claro, con los edificios colapsando ante los ojos del mundo, CNN y FOX dándote todos los detalles, explicándote lo que debías sentir y guiándote en el nuevo proceso de tener miedo y clamar por control y vigilancia. Las incongruencias en torno a los aviones que las derrumbaron son incongruencias de otro tipo con muchas más pistas que el humilde adiós del Obelisco, del cual se ha llegado a decir inclusive que no fue destruido, pues no tendría sentido.

¿Y si no tendría sentido, qué tendría? ¿Por qué el Obelisco?

En el funeral simbólico que le hicieron estuvieron todas las personalidades de la vida pública. Fue ampliamente imitado el gesto que hizo el presidente al quitarse el sombrero y perderlo al caerse este en el abismo donde descansarán por siempre las ruinas invisibles.

Escrito por

Gaceta Tropical

Revista digital de Arte y cultura latinoamericana.