El código, se está comiendo todo, ese devorador silencioso que todo lo abarca. ¿Cómo no sentirnos invadidos, como si un enjambre de máquinas y algoritmos nos hubieran poseído?

El mundo, antes hecho de cosas palpables se transforma en un cúmulo de bits y datos en el vasto universo digital. Nosotros, sin remedio, nos vemos atrapados en su telaraña. ¿Cuándo fue la última vez que vivimos una experiencia sin la intromisión del código? ¿Qué nos queda de la realidad tangible?

El código ya está aquí, omnipresente y dominante. La pregunta es, ¿es el enemigo a vencer o un aliado a descubrir? ¿Será el código la clave para construir un futuro más brillante, o el verdugo de nuestra libertad?

¡El mundo siempre ha sido caótico y cambiante! La tecnología no es más que otro aspecto de ese caos.

Es una gran ironía que, en una época en la que nos jactamos de tener acceso a todo, nos sintamos más limitados que nunca. ¿Puede ser que cuanto más información tenemos, más atrapados nos sentimos?

Pero, ¿por qué nos hemos permitido ser consumidos por el código de esta manera? ¿Por qué nos hemos vuelto tan dependientes de la tecnología y la información? ¿Es porque realmente nos hace más felices y más libres?

¿Será que hemos dejado que el código nos devore por perezosos, porque nos hemos negado a tomar la responsabilidad de nuestras propias vidas?

La realidad es que el capitalismo ha encontrado en el código una nueva forma de acumular riqueza y poder. De explotar nuestras debilidades cognitivas, ha encontrado en el un instrumento de control y multiplicación económica para el enriquecimiento y el dominio de las sociedades.

El mundo tecnológico ha abierto nuevas oportunidades para el desarrollo humano, sin embargo, estas oportunidades están siendo aprovechadas en beneficio del sistema económico predominante y no para el bienestar de las personas. En el código se ha utilizado en reconocidos casos para crear sistemas de vigilancia masiva y control social, para la explotación laboral y para la evasión fiscal, utilizan el código para fortalecer la cultura del consumismo y la obsolescencia programada, donde los productos se diseñan para ser reemplazados rápidamente y las personas son inducidas a consumir constantemente. El capitalismo ha convertido al código en una herramienta de explotación y opresión disfrazada como una herramienta para el bienestar humano y el progreso.

La demanda de tecnología a su vez ha incentivado la creación de industrias altamente consumidoras de energía, como centros de datos y servidores en la nube, que requieren grandes cantidades de electricidad. Además, la producción y el consumo desmedido de dispositivos electrónicos y tecnología ha llevado a la extracción masiva de recursos naturales como el litio, cobalto y otros metales, generando una huella ecológica y emisiones de gases de efecto invernadero durante su fabricación, transporte y eliminación.

Por otro lado, el código también contribuye a la desigualdad social al perpetuar y ampliar las brechas digitales. Aquellos países e instituciones que tienen acceso a tecnologías y habilidades digitales avanzadas tienen una ventaja en la economía y en el mercado global, mientras que aquellos que carecen de estos recursos se quedan atrás. A su vez, las empresas y los gobiernos poseen ventajas económicas y jurídicas que les permite utilizar el código para recopilar y analizar grandes cantidades de datos sobre las personas para fines publicitarios, de investigación o incluso para la toma de decisiones políticas, lo que puede conducir a la discriminación y la exclusión social basados en datos de raza, género, orientación sexual o nivel socioeconómico.

La tecnología y el código en sí no son los culpables, sino más bien cómo son utilizados y controlados por las élites para mantener su poder y beneficio propio. Es importante reconocer que como sociedad somos víctimas de este sistema, y así trabajar juntos para buscar soluciones que promuevan la justicia y la sostenibilidad ambiental.

El código es una herramienta poderosa, una forma de crear y transformar el mundo a nuestro alrededor. Pero también es una fuente de alienación, una forma de escapar de la realidad en lugar de enfrentarla.

La solución no es satanizar el código y la tecnología sino aprender a utilizarla de manera consciente y creativa, reconociendo sus incontables beneficios. Debemos tomar la responsabilidad de nuestra propia vida y nuestro propio futuro. Juntos, podemos construir una sociedad más justa, equitativa y sostenible. Una sociedad donde la tecnología y el código se utilicen para el bien común y la liberación humana, en lugar de para el control y la explotación.

Debemos mirar más allá, hacia un futuro más allá de la tecnología, hacia una nueva era de creatividad, libertad y humanidad.

*Este artículo fue co-escrito utilizando tecnologías de inteligencia artificial.